Una sociedad sin Madres, sería una sociedad deshumanizada
Esta afirmación puede parecer muy dura, pero no la hemos inventado nosotros. El Papa Francisco la ha justificado afirmando que «las madres son testimonio de ternura, entrega personal y fuerza moral» en todas las circunstancias, de modo que la «humanización» de la sociedad y la misma vida de la Iglesia dependen de las madres.
Si esto es así —y hay razones para que así lo reconozcamos y aceptemos—, no debe sorprender a nadie que este sea uno más de los «anillos de esta cadena de amor» que es objeto de nuestra reflexión.
El Papa Francisco también ha valorado el rol de las madres creyentes en la transmisión del sentido más profundo de la vivencia religiosa, y les ha dado las gracias por lo que son y por lo que dan a la Iglesia y al mundo. Casi nada. «Las madres son el antídoto más poderoso ante la difusión del individualismo egoísta. Ellas dan testimonio de la belleza de la vida. Sin duda alguna, una sociedad sin madres sería una sociedad deshumanizada.
En efecto, aun en los peores momentos, las madres son testimonio de ternura, entrega personal y fuerza moral. A menudo, las madres transmiten un sentido más profundo de la práctica religiosa en las primeras oraciones y los gestos devotos que los hijos aprenden. Sin las madres, no solo no habría
nuevos fieles, sino que la misma fe perdería buena parte de su calor sencillo y profundo.
Queridísimas mamás, ¡muchas gracias! Gracias por lo que sois y por lo que dais a la Iglesia y al mundo» (AL 174).
Pero Francisco no ha caído en la tentación de olvidar el papel que corresponde a los padres en la construcción de la familia, porque la madre y el padre se complementan, de tal modo que, en el diseño de una familia ideal, las dos figuras ocupan un papel sumamente relevante.
«La madre que ampara a su hijo o hija con ternura y compasión los ayuda a crecer en confianza y a experimentar que el mundo es un lugar bueno y acogedor. Esto les permite crecer en autoestima y desarrollar su capacidad de intimidad y empatía.»
Por su parte, el padre ayuda a los hijos a percibir los límites de la vida, a abrirse a los desafíos de un mundo más amplio que el propio hogar y a ser conscientes de la necesidad del trabajo y del esfuerzo. Un padre con una clara y serena identidad masculina, que a su vez muestra afecto y preocupación por su esposa, es tan necesario como los cuidados maternos.
Puede haber una cierta flexibilidad en el ejercicio de roles y responsabilidades, según las circunstancias concretas de cada familia, pero la presencia
evidente y bien definida de las dos figuras, la femenina y la masculina, crea el entorno adecuado para la maduración de los hijos» (AL 175).
¡Cuánta sabiduría!
El hecho de subrayar la relevancia del papel complementario del padre y de la madre en la vida familiar no comporta ignorar la existencia de familias en las que los hijos, por motivos muy diversos, no pueden gozar de la presencia real y efectiva de los dos progenitores ni pueden sentirse amados por el padre y la madre en el seno del hogar familiar.
Sin embargo, Francisco ha dedicado un apartado a subrayar la importancia de la actuación específica del padre en relación con los hijos, sin que ello suponga minusvalorar la relevancia del papel de la madre.
A este aspecto de la vida de familia hemos dedicado el «anillo» siguiente: En la FAMILIA, el PADRE lo comparte todo con la MADRE y los HIJOS.
Tomado de: ciec.edu.co